31 julio, 2010

¿Era yo o eran ellos?

Desde el principio me ha corroído la duda de si era todo cosas mías, es decir, era yo la que no encajaba en el grupo de trabajo. Y es cierto, no encajaba...

No soy individualista, llevo mis cursillos sobre trabajo en equipo, he trabajado en equipo.
Pero, ¿había allí realmente un equipo de trabajo o solamente una panda de egocéntricos, lameculos, trepas, sabelotodo, pedantes y pedorros? No, no era un equipo de trabajo –eso apenas lo hacían-. Cada uno iba a su puta bola; pero algo sí tenían en común, tenían que tener a alguien a quién acosar.

Mientras estaba de baja -tuve otitis media y litiasis renal-, empezó un médico para la sustitución del médico titular del centro, que estaba muy enfermo. Cuando estaba en el vestuario, entró la enfermera a comunicarme que teníamos sustituto nuevo, pero que no debía hablar con él, "es un psicópata" me soltó. ¿Ah sí? Pregunté. "Sí, es un psicópata, ya lo verás, mejor no hables son él..." Quizás estas cosas -a los que leéis esto- os parezcan extrañas o poco normales, pero allí era lo normal.

Se resumía todo a: "estás con nosotros o contra nosotros".

No era la primera prohibición que recibía sobre hablar o no hablar con personas o limitarme a tratar a unos o a otras según el mundo de mis compañeros de trabajo. Sobra decir que a mí me parecía increíble que quisieran someter mis juicios y criterios según su rasero. Además, estas prohibiciones escondían antiguas rencillas o rencores que nada tenían que ver conmigo. Me sentía completamente libre para hablar con quién quisiera y lo hacía.
El sustituto resultó ser un hombre amable, atento, me cayó bien. Se preocupaba mucho por los usuarios, empezaron de nuevo las reuniones de equipo, que ya no se hacían...
A mí, que soy una persona normal y corriente, me gustó el nivel cultural del sustituto, podías hablar con él de cualquier cosa, y francamente, no noté que fuese un psicópata, pero mis compañeros, la enfermera y la directora decían que sí. Cuando llegaba al trabajo, mi turno empezaba a las 10:45 a.m., nos saludábamos y me alegraba verle por allí, ¡¡por fin había alguien normal con quien hablar!!.

Un día me trajo el libro de Marie-France Hirigoyen, "El acoso moral", me preguntó si sabía que me hacían mobbing. Sí, pero son cinco y estoy sola. Ya había leído el libro, pero lo acepté para releerlo de nuevo. Al final, venciendo el mal rollo que me da la SGAE, me compré el libro y le devolví el suyo. (También me compraré el que recomienda Anamib de Rosario Peña). Le conté algunas cosas del centro y de las irregularidades que existían.
En una de las reuniones de equipo se propuso ¡¡POR FIN!! un cuaderno de enfermería para anotar todas las incidencias. Lo propuso la directora, la enfermera y el T.O. reconocieron que era necesario. Sé que el sustituto estaba detrás de esa idea, lo sé... aunque nunca me dijo nada sobre el tema.

A ver, entendedme, lo que no queda escrito, no sucede...

Casualmente mis dos compañeras esa semana estaban de baja, las dos sustitutas estaban tan entusiasmadas como yo, por fin se podía hacer un registro de todo lo relacionado con las instrucciones sobre los usuarios y podía quedar registrado el más mínimo incidente...

Pues la alegría duró poco; al volver Lolita de alta, se pasó por el forro el cuaderno de enfermería. Ya tenía la agenda para anotar quien quería ir a la peluquería o al podólogo... Seguí escribiendo en él durante unos días hasta que me cansó ver la expresión de Lolita. Ella era la que se encargaba de manipular al T.O. antes de que llegase al trabajo. Nada más verla, según su sonrisa y mirada, ya sabía que ese día tendría al T.O. pendiente de todo lo que hiciera. Mientras, ella, no daba palo al agua, solo un cambio de pañal por día... Que dulce se gana así el dinero...

Siempre pensé que el T.O. era otra clase de persona, más entero, más íntegro, menos manipulable. Cuando dejé de ver la imagen que vendía y comprobé que solo era un títere, me sentí decepcionada.

Semanas antes de ponerme enferma, el T.O. se me acercó y me dijo que yo debía decirles a mis compañeras que el cuaderno de enfermería debían usarlo.

¡¡¡¡¡PERDONA?????

Me dio la risa tonta... No me podía creer lo que oía... ¿Tanto te has dejado manipular que ya has perdido la perspectiva? ¿Quién demonios soy yo para decirle a una igual lo que debe hacer? ¿No eres tú el jefe? ¿Esperas que haga tú trabajo?

Ni hablar, le dije, el jefe eres tú, yo solo soy una gerontóloga. Se enfadó conmigo, le sentó mal.

¿Qué pretendía realmente?
¿Quería recuperar el control de su autoridad a través de mí?
¿Quería que aquellas dos fieras se revolvieran contra mí?
¿Era ya incapaz de doblegar a aquellas dos manipuladoras que se lo pasaban todo por el forro?
¿Quería que me enfrentara a las dos, mientras él permanecía en la sombra como una "nenaza"?
¿Era algo calculado para que mis compañeras me declararan "la guerra", y crear tanta tensión que me largara de allí?

¿Por qué no se lo pidió a la enfermera? Aunque era de la Consellería, a lo mejor, podría haber conseguido que les hicieran caso... además de que la directora lo propuso...

Después de meses y meses de hostilidad de los tres hacia mí, ahora se me presentaba tan pancho a pedirme semejante disparate... no acepté su petición, me daba mal rollo, algo había detrás de sus palabras... no podía ser, a ver, en ese período estaban con lo del ninguneo en plan serio, cada día recibía órdenes contradictorias de él y de la enfermera, si se dignaban a decirme algo, si no tenía que ir averiguándolo a base de amonestaciones; intentaré explicarlo con un ejemplo de cosas que se repetían cada día: según el estado físico de algún usuario/a se podían cambiar las pautas de cuidado de un día para otro, al no quedar anotado y al no decírmelo nadie, y como no respondían mis preguntas, me limitaba a imitar a mis compañeras.

Hoy Fulanita X es llevada desde el transporte al piso de arriba en silla de ruedas por Lola.
Al día siguiente, si yo llevaba a Fulanita X en silla de ruedas, bronca, debe ir en andador.
Al día siguiente Lolita llevaba a Fulanita X en silla de ruedas, no pasaba nada.
Si se me ocurría preguntar por qué ellas no recibían ninguna amonestación, se me respondía que a mí eso no me importaba... que se debía llevar a la usuaria en andador. Ponía una sonrisa y decía "si, si, vale, si, lo haré así" y lo mismo ese mismo día se contradecían las instrucciones sin parar. Pero, repito, solo lo hacía mal yo. Lola y Lolita seguían con la silla de ruedas y haciendo lo que querían, cuando hacían...

Pues era así o parecido con la veintena de usuarios. Cuando estos pequeños incidentes y cosas raras se repiten muchas veces a lo largo de los meses, se hace cansino. Llegas al trabajo sabiendo que hagas lo que hagas encontrarán siempre un motivo para incordiarte sin tregua...

El sustituto llegó a ser para mí un alivio. La enfermera se dedicaba en cuerpo y alma a hostigarle, el T.O. debía sentirse el macho alfa desbancado porque su lenguaje corporal era de rabia, odio; la directora tampoco le quería allí, mis dos compañeras tampoco... pero para mí esos días en que solo estaban pendiente de él, significaba mi día libre...

Debo decir que después de mi primera sesión con el psicólogo de ANAMIB, al día siguiente, llamé al sustituto y le pedí perdón. Mi "día libre" era otra forma de acoso, solo que en mí egoísmo no me había dado ni cuenta... él lo entendió, me dijo que no me preocupara, que estaba bien reconocerlo y ese "darme cuenta" sería provechoso para mi recuperación. Creo que aún sigo sintiéndome culpable... ¡cuánta ceguera! (desde aquí te pido perdón otra vez).

En su honor contaré como le acosaban a él. Él no trabajaba para la subcontrata sino directamente de la Consellería, junto con la directora, la enfermera y la asistenta social.

29 julio, 2010

¿En qué lado del océano estoy?

Bueno, escribir en el blog me da mal rollo. Me deprime. Espero no contagiar a nadie mi estado de ánimo.

He vuelto otra vez al llanto, a la tristeza, a esconderme. Día 2 de agosto me toca psiquiatra de la Seguridad Social.

La de cosas que me gustaría decirle sin faltarle el respeto, "gracias, doctor, con su empeño de que debía volver al trabajo, lo he perdido".

"Sí, hágame el favor, escriba ahí en mi historia clínica una F de fracaso, no, no, mío no, suyo; ese fracaso es solo suyo".

"Pues mire usted, si no lo acepta, puede compartirlo con la doctora de la mutua y con el psiquiatra que me valoró, el que cobraba de la mutua, y quizás también con la doctora de la inspección médica, que no sé de quién cobra, pero que tampoco entendió, al igual que los otros, lo que es el terror que se puede llegar a sentir por volver al trabajo cuando vives día a día, semana tras semana, mes tras mes, el acoso laboral...

Le diría, "no, mi querido doctor, le repetí que aún no estaba preparada para volver al trabajo, le supliqué que me dejara estar de baja un poco más, pero usted ni caso..." Ni puto caso. Ese es su fracaso. Ahora estoy sin trabajo y ni salgo de casa para buscar otro. Ese sí es mi fracaso. Pero usted, querido psiquiatra, cargue con el suyo... que yo ya cargo con lo mío...

¿Para qué tanto cambio de pastillas? ¿Para qué sufrir iatrogenias una tras otra? Náuseas, escalofríos a pleno sol, mareos, dolores renales, pinchazos dolorosos por el bazo, por el hígado, por los riñones, ver comida me da nauseas. ¿Alguien puede hacer así "vida normal"? Para ir a la consulta de mi psicólogo por las tardes tengo que seguir haciendo ayuno... gracias a buddha no han vuelto las parestesias...

Esta mañana salí a correos a recoger un paquete. Sí, en ayunas. Hacia buen día, pero lo sentía sombrío; ves a la gente andando y agobiada por el calor, apenas me molesta el calor y tengo escalofríos, sé que es mi interior el que está sombrío, oscuro. Y el frío proviene de mi interior, vacío...

El viernes 16 de julio tuve un sueño.

Vivíamos en una gran mansión, tengo recuerdos de escenas felices, de mucha felicidad. Algo pasa, la casa debe incendiarse y debemos morir, forma parte del ritual. Cuando hemos pasado por el fuego o éste está cerca, viene alguien, es femenino. Me lleva a la superficie del mar. Es un océano inmenso, es luminoso, pero no veo el sol. La mujer se ha convertido en un puntito de luz minúsculo al igual que yo; me enseña "algo", si nos montamos las dos encima rodaremos sobre el mar.
Soy muy feliz. El "algo" es parecido a una moneda, yo estoy en un lado y ella en el otro. Rodamos sobre las aguas, son tan limpias... ella dice que quiere enseñarme algo y nos detenemos. Bajamos de la moneda y vamos nadando hasta un lugar determinado y nos sumergimos. Veo los cimientos de la mansión del principio del sueño, es el sótano. Pero hay más pisos, la casa está al revés, sumergida.
Mientras recorro la casa, voy recordando escenas del principio del sueño. Recuerdo que en el sótano hay un joven cuidando a una rata, lleva vendaje en una pata trasera y él la cuida con mucho cariño, pero sé que no desea que se le cure. El viene con nosotros durante el recorrido que hacemos a la casa de debajo del agua.
Veo escenas que simbolizarían luchas, pasiones, odios, amores, vergüenzas, etc., en cada habitación hay algo representativo de las pasiones humanas, "buenas y malas". Al llegar a la terraza la casa debe incendiarse. Vuelvo al océano, allí soy libre. No quiero estar más tiempo en ese mundo sumergido y al revés. Sé nadar, flotar y también puedo planear o volar sobre el agua. La luz es placentera; mientras vuelo sobre el océano recuerdo el dolor vivido en la casa del revés, sumergida en el océano. Ya pasó. Quedó atrás. No quiero volver allí.

Hacía mucho tiempo que no tenía o recordaba un sueño tan vívido y tan largo. A poco de ponerme enferma soñé que andaba descalza sobre la plancha metálica de un barco naufragado, lleno de óxido y agujeros. No recuerdo más sueños.

Soy un pelín junguiana, me gusta la moneda, el mándala, reunirme con ella, el rito del fuego, el agua, pero no me agrada el jovenzuelo cuidando de una rata, ¿es mi ánimus? ¿Qué demonios está haciendo, nadie le ha dicho que le necesito? ¿Cómo reunificaré mi psique si el puñetero está enredado con una sanación? ¿Es importante esa sanación? ¿Está allí, en el otro lado para ayudarme o para entorpecer mi curación? ¿Lo estoy viendo desde la perspectiva correcta? ¿Está la mansión en mi inconsciente o es mi inconsciente la superficie del océano?

Si el mándala es el símbolo de la totalidad psíquica, si me voy de paseo con mi ánima, ¿porque mi ánimus permanece oculto en un sótano? Necesito mi parte masculina...
¿Es la herida de la rata una herida de mí pasado? Hay tantas... como saber cuál es.
¿Por qué no quiere que la herida sane? ¿Cómo sabré que herida no deja cicatrizar?

Si es inconsciente reprimido y sumergido, significa que antes afloró en mi conciencia, lo reprimí, lo relegué al inconsciente, bien sin darme cuenta o bien por incompatible. Por lo tanto ahora pertenece a la "sombra". ¿De ahí proviene mi enfado, la rabia, la frustración conmigo misma? ¿No me entendí, no lo capté, no me identifiqué?

¿Fue por aquel despertar, aquel darme cuenta que tuve con mi compañera de trabajo? ¿Tanto puede odiarme o despreciarme que le es indiferente el daño colateral que pueda provocar? ¿Daño a un anciano o a dos, o a una veintena?

Nunca pensé que en mi vida viviría una experiencia parecida... que una compañera de trabajo me demostrara un desprecio semejante o despreciara de ese modo la vida de otras personas. Y además, en un entorno sociosanitario. No me siento humillada o rebajada. No afecta a mi amor propio, ella sigue allí, con su narcisismo perverso y con la oportunidad de volver a hacerlo, o de hacer algo peor... ¿quién cargará con la negligencia de sus actos?

Al principio de caer enferma ese era el peor recuerdo, el que más me descontrolaba o desestabilizaba. A veces durante el trabajo, Lolita solía decirme que yo era una buena persona. No sé porqué, siempre le decía que todo lo que tengo de buena lo tengo de mala, y sí, puedo ser muy buena... ¿era Lola para mí, todo lo que tengo de mala? ¿O todo junto no es más que una ilusión, un absurdo espejismo?

Podía pasar sin alterarme mucho por todas las pequeñas putaditas diarias, me iba a casa después de mi turno feliz y en paz. Llegaba a la mañana siguiente con las pilas recargadas, igual de feliz y con mi paz interior intacta. Aceptaba todas las recriminaciones, amonestaciones y lo que me echaran con una sonrisa, y repitiendo "si, si, vale, si" y quedarme fascinada observando esas miradas, cómo de un odio o rencor o rabia, no sé decir... pero no me afectaban al principio. Es más, siempre pensé que la enfermera lo hacía para enseñarme, hasta que caí en la cuenta de que cuando hacia algo que a Lola no le iba bien o porque tenía el venazo conmigo, aparecía la enfermera a "aleccionarme".

Qué ingenua que fui, (soy) durante casi dos años aguante muchas cosas. ¿Qué debía sentir Lola? ¿Poder? ¿Soberbia? ¿Calmaba así sus frustraciones personales? ¿Creía ser la titiritera del grupo de trabajo, la Gran Jefa, la Hembra Alfa dominante?

En el curso Fénix de ANAMIB, describen a un narcisista perverso en general, cuando lo leí me quedé alucinando, "es ella, dios mío, es ella, es ella...". Sí, le quedaba todo bordado a la perfección, y a su pequeña aprendiza, Lolita. También encajaba con la directora, la enfermera, el T.O. No pude seguir el curso, lo dejé varios días y volví al primer capítulo.

Pero, aún sigo sin entender porque a mí, si me limitaba a hacer mi trabajo, a ser ciega, sorda y muda a todas las cosas irregulares del centro, pasaba olímpicamente del comportamiento de acoso de todos, hacía mi trabajo y el de mis dos compañeras, y no me involucraba en sus tejemanejes... ¿por qué no me dejaron en paz?

24 julio, 2010

Morir...

No era nadie, no sentía ni mi ego, nada, solo miedo. Miedo a salir a la calle, a los ruidos del exterior de mi casa. El llanto fue disminuyendo aunque en casa me desahogara a disgusto. Seguía encabezonada en que no debía llorar, mi psicólogo me decía que sí, que debía llorar, me costaba soltarme cuando estaba sola en casa, y me había prohibido a mí misma llorar estando mis hijos en casa. No podía explicarles como me sentía cuando me preguntaban ¿por qué lloras mamá?

Al principio iba de un médico a otro varias veces a la semana, a veces me coincidían dos consultas, una por la mañana y otra por la tarde. No me quedaba otra que ayunar, mi cuerpo dejó de tolerar cualquier cosa sólida que entrara en mi cuerpo; mi hija me preparaba suero por si tenía bajadas de potasio... solamente bebía. Llegué a pesar 42 kilos, me sentía cansada, agotada. Desarrollé una intolerancia a la lactosa que aún me dura, ocho meses han pasado desde que me puse enferma.

Mi miedo a salir a la calle aumentó un día que salí por un encargo de mi hijo. De pronto me encontré en una calle, mirando los edificios y preguntándome ¿qué demonios hago aquí?, estaba bastante lejos de dónde pretendía ir, pero ni recordaba cómo había llegado hasta allí. Mi mente funcionaba en automático. A los pocos segundos reconocí la calle, las tiendas, la Iglesia. Me di la vuelta y me dirigí a mi destino. Mientras andaba recordé que unos días atrás crucé una calle sin darme ni cuenta del tráfico. Un frenazo me volvió a la realidad. Recordé también que días antes me había pasado lo mismo.

Angustiada por el recuerdo de estas situaciones, me di cuenta que aquél maldito "runrún" de malos recuerdos relacionados con el trabajo, me impedían estar en la realidad.
En casa me sentaba frente al portátil, conectada a internet y leyendo todo lo que encontraba sobre mobbing, estrés; me descargaba juegos de puzles, de tetris, de rompecabezas, de cualquier juego al que enfocar mi atención y no caer otra vez en el "runrún".
Mientras estaba con uno de esos juegos que captaban tanto mi atención, pensé en qué la próxima vez que saliera a la calle, contaría. Empecé a contar mis pasos cuando salía a la calle, solía llegar a cuatro o cinco y mi mente volvía a dispersarse sin darme cuenta, de pronto volvía a la realidad, uno, dos, tres, cuatro, contaba escaparates, una zapatería, una tienda de ropa... contaba tapas de alcantarillas, las tapas del gas, las de Telefónica, las de Ono, me olvidaba de llevar la cuenta, volvía a empezar, una de Telefónica, una de Emaya, dos de Emaya... no podía estar en el presente, en el ahora, me iba al pasado, me sentía como un animal escondido en su guarida mental lamiéndose las heridas, mi mente volvía una y otra vez al pasado.
"Soy budista-pensaba-. Sé que todo es mental, pero no puedo salir de este odioso bucle..." No podía meditar, mi paz interior había desaparecido completamente...
Mantenerme en el presente me costaba un esfuerzo agotador. Salía muy poco, quería estar totalmente pendiente y despierta de mis actos, de mis pasos, de mis gestos. De mi mente. Me sentía cansada de vivir, por la noche, cuando me tumbaba a dormir pensaba en qué tal vez, al día siguiente no despertaría. Morir durmiendo era mejor opción que estar muerta en vida, casi vegetando, con aquella sensación de vivir sin que pase el tiempo, con el dolor llenando todo, morir, tan fácil, tan difícil.
Y un día me aferré a la disparatada idea (como si yo les importara) de que no iba a darles ese gusto a mis acosadores. Poco a poco dejé de pensar en morir, en la muerte como liberación de aquel dolor.
Además, tenía a ANAMIB, allí me sentía bien, entre otras personas que estaban siendo hostigadas en su trabajo. Ya no me sentía tan sola. Eran importantes para mí. ANAMIB era una sólida raíz de árbol a la que agarrarte mientras estas colgando en un abismo oscuro y muy profundo, durante la noche más oscura, sin luna y con el cielo completamente nublado.

23 julio, 2010

Recordar...

Soy incapaz de recordar que dije y de que me habló Ricardo de ANAMIB el primer día que hablé con él por teléfono. No recuerdo si fue en noviembre o en diciembre.
Las reuniones se hacen los jueves a las 19:00. En otra entrada hablaré más de ellos y de la maravillosa labor que realizan.
A mitad de camino deseé volver a casa. ¿Para qué iba a ir? ¿Alguien de allí iba a creerme? Dudaba aún que mi médico hubiese dado crédito a lo que le conté.
¿Cómo podía explicarles el terror que sentía dentro, tan dentro? ¿Me creerían, se burlarían?
Solo sabía que no podía explicarme a mí misma aquél terror que sentía y menos aún explicárselo a otra persona. ¿Porqué desde aquél día que me derrumbé el mundo era árido y hostil, oscuro, frío, muerto?
Recuerdo que la tarde que me acerqué por vez primera a la asociación ya había anochecido, tenía frío, llevaba unas gafas de sol muy oscuras, ocultándome, ocultando mis ojos hinchados de llorar y la expresión de mi cara, una expresión que no soportaba ver en el espejo. Me vi de refilón en un escaparate, ¿dónde vas?, pensé. Nadie te va a creer.
Pero llegué hasta allí, empecinada, bastante me había costado salir de casa para echarme atrás a mitad de camino. Tuve suerte ya que solo había cuatro personas, Ricardo, Guillermo (psicólogo clínico) y otra mujer, víctima de acoso laboral. Sé que de haber habido más gente no habría dicho ni mú. La otra mujer es argentina, recuerdo que su forma dulce de hablar me sosegó algo. Recuerdo su tono de voz, pero no recuerdo de qué habló. Recuerdo a Ricardo y a Guillermo haciéndome preguntas; de esa tarde apenas me recuerdo a mi misma diciendo que nadie me iba a creer nunca, que "ellos" siempre vendían su imagen de "adorables", les conté un incidente que se me había quedado bloqueado durante meses y que no había podido contar a nadie salvo a mi hija y que solo le mencioné dos o tres veces.
Desde que me dieron la baja en el trabajo, estaba sumida en un horrible estado mental. Quisiera que entendierais lo desesperanzada que me sentía. Con un imparable monólogo interior, un "runrún" que no podía parar. Por las mañanas me despertaba tensa, agarrotada, tiesa cuán larga soy, dolores en los dos brazos, en los dos hombros, contracturada de cintura hacia arriba, calambres en los gemelos, las cervicales rígidas, una irritante e insoportable parestesia en el brazo izquierdo que se acentuaba increíblemente cada vez que me acordaba del trabajo o de mis compañeros de trabajo.
Sentía que mi interior no existía, que era una cáscara vacía, con lo mínimo indispensable para regir mi cuerpo. No tenía hambre, solo nauseas. El trastorno gastrointestinal era un infierno. Sentía que el tiempo se había detenido, me parecía revivir todos los días lo mismo; dolor, dolor, dolor. Físicamente, mentalmente, anímicamente, espiritualmente; no me sentía viva, sino como una especie de zombi o sombra de lo que antes fui.
Recuerdo que unos días antes de ponerme enferma, una tarde que el ninguneo se me hizo insoportable, me encerré en el aseo, y allí sentada, me arrancaba el vello de las piernas; y sí, estaba viva, no era un fantasma; si me dolía, es que estaba viva.
Ellos podían negarme el habla, se podían dar la vuelta para hablar entre ellos cuando yo les dirigía la palabra, como si no existiera... podían ignorarme hasta que era un ser vivo... pero el dolor me decía que era yo real, que existía. Muchas veces me reprimí las ganas de decirles que si no existía para hablar, porqué no hacían ellas la parte que les tocaba de trabajo.
Para eso sí que existía... pero siempre he entendido que a un igual en el trabajo no tienes por qué recordarle cuál es éste. Siempre callé y trabajé.
De pronto, Guillermo le puso un nombre a lo que estaba sintiendo.

Ocurrió en el trabajo un incidente que aún ahora, me hace dudar de la cordura de mí compañera, ojalá llegue el día que para acceder a un lugar de trabajo en el entorno sociosanitario se hagan test o exámenes psiquiátricos.
Quizás uno para averiguar qué tipo de maltratador eres, otro para saber qué grado de psicopatía tienes, otro para averiguar cuánto desprecias la vida de los demás para putear a una compañera y quedarte tan pancha... para averiguar si tu narcisismo te permite trabajar en equipo...
El llanto y la tensión en las cervicales me producían unos insoportables dolores de cabeza. Semanas después llegó lo de morder fuertemente mientras dormía. Dolor de muelas, de los huesos del cráneo y de los músculos faciales y del cuello.
Seguía sintiendo miedo para todo. Salir a la calle me suponía un ataque de llanto, pero salía. Me iba a comprar al supermercado llorando. Me acercaba hasta el estanco llorando. Paseaba a mi perro llorando. Lloraba sin parar, no podía controlar mis emociones, no podía controlarme a mí misma.
No podía dormir, no tenía hambre, solamente sentía dolor, a veces creía que el alma había huido de mi cuerpo, que el espíritu me había abandonado, que mi mente se había ocultado en algún lugar de mi psique o en mi inconsciente, ya no era yo... ni cosa ni persona ni nadie.

22 julio, 2010

Medicine Buddha Mantra

Mantra Medicinal de Buddha

Lama Zopa Rimpoche

Teyatha Om Bekanze Bekanze Maha Bekanze Randza Samud Gate Soha.








El Cuerpo de la Verdad de Buda o Dharmakaya se manifiesta bajo la forma del Buda de la Medicina. Su cuerpo es de color azul, tiene un rostro y dos brazos, y con sus manos sostiene un cuenco adornado con joyas y una planta medicinal. Si en estos tiempos los seres sintientes confían con sinceridad en el Buda de la Medicina, podrán curarse de graves enfermedades físicas y mentales, y lograr la liberación del dolor interno de los tres venenos mentales: el apego, el odio y la ignorancia. También podrán protegerse de otros muchos peligros y obstáculos. Desde tiempo sin principio hemos experimentado el dolor de los tres venenos mentales y todos los sufrimientos que derivan de ellos. Ahora, si confiamos en este Buda Médico, podremos liberarnos de tales males. Además, si practicamos la Sadhana del Buda de la Medicina con sinceridad, recibiremos un poder especial físico, verbal y mental, que podremos utilizar para ayudar a otros seres por medio de acciones curativas, tal y como se presenta en esta Oración del Buda de la Medicina.




21 julio, 2010

13 de octubre de 2009 [2]

Sentí en mis hombros un peso horrible que me mantenía paralizada en la silla, incapaz de asimilar lo que acababa de comprender...
Alguien dijo que ya había llegado el transporte para el 2º turno. (17:00). La monitora de las tardes aún estaba por el centro. Me esforcé en levantarme para cumplir con el trabajo, pero parecía que me encontraba envuelta en una nube o una bola o no sé qué; me sentí aislada de lo que me rodeaba. Acabé mi jornada laboral aguantando el tipo, aún no sé como... solo pensaba en que nadie me vería llorar, no quería que me vieran llorar...

Al cerrar la puerta de mi casa, me apoyé en ella y acabé en el suelo llorando de un modo totalmente descontrolado.

Mi hija me levantó del suelo, me preguntaba que había pasado, no podía contestarle, me arrastró hasta mi cama. No podía hablar, recuerdo que en mi cuello sentía una horrible sensación de ahogo, no podía respirar, un dolor inmenso se apoderó de todo, de mi cuerpo, de mi mente; volvieron los ataques de ansiedad o de pánico.

Recordé como si estuviera rememorando un ensueño que Mónica me había dicho que lo apuntara todo. Como pude lo apunte en mi cuadernillo rojo.
Pasé otra noche horrible, conseguí dormir a ratos, vencida por el agotamiento del llanto. Me despertaba llorando, no podía dejar de hacerlo...
Por la mañana mi hija me avisó de que me había preparado un desayuno, volvió el llanto con más fuerza, tuve un ataque de pánico. Me calme o lo intenté por la expresión angustiada de mi hija, como me dolía verla sufrir por mí.
Ella me hablaba, pero no recuerdo nada de lo que me dijo, me cogió del brazo y me llevó hasta la ducha, me ayudó a desnudarme. Debajo del chorro del agua, noté que me relajaba un poco, lo suficiente para derribar esa mínima barrera que había construido y tuve otro ataque de pánico.
Mi hija decía algo del centro de salud; tenía razón, tenía que ir.

Me costó lo mío salir de casa llorando.
Para mí llorar es algo íntimo, algo que ni la familia puede ver o saber. Me sentía humillada, me enseñaron en mí familia que las lágrimas no son para nosotras, que nosotras, las mujeres de mi familia, siempre hemos sido fuertes y luchadoras y jamás nos vencen las lágrimas, nos las tragamos y luchamos con la fuerza de nuestra feminidad, o sea, con dos ovarios...

Pero mis ovarios se habían deshinchado y de paso deshidratado.

En el centro de salud me atendió una doctora suplente de mi médico.
Me dio la baja, Paroxetina© y Alprazolam©.

Alprazolam 0,50 mg: ½ -1-0
Alprazolam 1 mg: 0-0-1
Paroxetina 25 mg: 0-0-1 (después de la cena).

Pasé por la farmacia y fui a casa, el alprazolam me hizo efecto y dejé de llorar y tener ataques de pánico.
Pero me sentía en otro mundo, mi interior estaba "muerto"; sentía que solo era un cuerpo con "algo" que lo mantiene funcionando a mínimos. Y no era por las pastillas.

Pasé dos semanas con el alprazolam, mi médico ya había vuelto y me recomendó qué era mejor no tomarlas porque eran adictivas. Me pareció bien. Me dejó la Paroxetina©.Le expliqué entre llantos y ahogos lo que sentía. Se levantó de su mesa y tras coger una carpeta me recomendó que llamara a ANAMIB "Asociación No Acoso Moral Illes Balears" o que fuera allí y me asesorarían sobre el acoso en el trabajo. Me dio el número de teléfono y me puse en contacto con ellos.

20 julio, 2010

Enfermedades derivadas del mobbing

Hoy me apetece hablar de Trastorno por Estrés Postraumático.

Qué decir aparte de que es "algo" horrible que controla tu mente y tu cuerpo.

Esta entrada es un "copia y pega" de una web.

En la próxima hablaré de cómo
lo he vivido personalmente desde que entré en esta enfermedad, y de la recaída que he sufrido, que es parecida, pero no igual que los primeros meses.

De la web: www.psicologia-online.com

Consecuencias del acoso laboral:

En el fenómeno mobbing ha cobrado especial importancia, al evidenciarse como la causa de depresión, de ansiedad generalizada, e incluso de desórdenes de estrés postraumático, que conllevan absentismo, abandonos del puesto de trabajo, incremento de accidentalidad, disminución de la cantidad y de la calidad del trabajo, etc., lo que produce elevados costes en la sociedad industrializada y en la víctima de mobbing que ve amenazada su carrera o profesión, su situación social y financiera, e incluso su salud.
(Carreras y otros, 2002).

Para Hirigoyen (2001) los primeros síntomas que aparecen son muy parecidos al estrés: cansancio, nerviosismo, problemas de sueño, migrañas, problemas digestivos, lumbalgias; pero si el acoso persevera en el tiempo, entonces se puede establecer un estado depresivo mayor.

Según la encuesta realizada por Hirigoyen (2001) el 69% de las personas que respondieron el cuestionario habían padecido un estado depresivo mayor y un 52% presentaban trastornos psicosomáticos variados.

Para dicha autora, el acoso laboral deja huellas indelebles que pueden ir desde estrés postraumático hasta una vivencia de vergüenza recurrente o incluso cambios duraderos de su personalidad. La desvalorización persiste aunque la persona se aleje de su acosador.
La víctima lleva una cicatriz psicológica que la hace frágil, que la lleva a vivir con miedo y a dudar de todo el mundo.

Piñuel y Zabala (2001) estructura las consecuencias del mobbing en el trabajador afectado en los siguientes apartados:

CONSECUENCIAS FÍSICAS:

Se da un amplio elenco de somatizaciones:

· trastornos cardiovasculares (hipertensión, arritmias, dol
ores en el pecho, etc.),
· trastornos musculares (dolores lumbares, cervicales, temblores, etc.),
· trastornos respiratorios (sensación de ahogo, sofocos, hiperventilación, etc.) y
· trastornos gastrointestinales (dolores abdominales, nauseas, vómitos, sequedad de boca, etc.).

-CONSECUENCIAS PSÍQUICAS:

Ansiedad, estado de ánimo depresivo, apatía o pérdida de interés por actividades que previamente le interesaban o le producían placer, alteracione
s del sueño (insomnio e hipersomnia), profundos sentimientos de culpabilidad, aumento del apetito, distorsiones cognitivas (fracaso, culpa, ruina, inutilidad, etc.), hipervigilancia, suspicacia, labilidad emocional con llanto frecuente, ideas de suicidio no estructuradas, sin plan ni intentos de suicidio, sentimientos de impotencia e indefensión, miedos al lugar de trabajo, a coger el teléfono, a enfrentarse con su jefe, miedo a volver a trabajar y a no ser capaz de desempeñar su trabajo adecuadamente, miedo a salir a la calle, expectativas negativas sobre su futuro, atención selectiva hacia todo aquello relacionado con el fracaso, disminución de la capacidad de memoria y dificultades para mantener la atención y pensamientos recurrentes sobre la situación de mobbing (García y Rolsma, 2003; Fornés, 2002).

En la víctima se dan cambios de personalidad con predo
minio de rasgos obsesivos (actitud hostil, y suspicacia, sentimiento crónico de nerviosismo, hipersensibilidad con respecto a las injusticias), rasgos depresivos (sentimientos de indefensión, anhedonia, indefensión aprendida) (Gómez, Burgos y Martín, 2003) y alteración del deseo sexual (hipoactividad sexual, etc.).

-CONSECUENCIAS SOCIALES:

Las consecuencias en el área laboral suponen la destrucción progresiva de la vida laboral de la víctima.

Debido al mobbing se suele solicitar una baja laboral por estrés, durante la cual la empresa puede llevar a cabo el despido o negarse a abonarle el salario, difundir rumores sobre la víctima y mentir sobre su salida de la empresa.

Con ello consigue presentar una imagen negativa de la víctima, lo que contribuye a disminuir su empleabilidad, y que vaya considerándose a sí misma incapaz para trabajar, y mostrando expectativas negativas sobre su rendimiento y desempeño laboral.

La víctima suele sufrir lo que Piñuel y Zabala (2001) denomina “postración económica”.

Desde el primer mes tras el despido, la empresa no le ingresa su sueldo, lo que hace que disminuya considerablemente su nivel económico.

En todo caso, se podría decir que las consecuencias sobre la salud de la víctima dependen de la duración del acoso, la intensidad de la agresión así como su propia vulnerabilidad.

El impacto del acoso es más fuerte si se trata de un grupo contra una sola persona que si se trata de un solo individuo, también parece que el acoso de un superior es más grave que el acoso de un compañero.


Se han descrito síntomas clínicos que el acoso produce en la víctima entre los cuales cabe distinguir diferentes estadios (Suárez y otros, 2009):

· Estadio de autoafirmación. La víctima detecta el conflicto o el trato despectivo, interpretando que la razón está de su parte y que existe un mal entendido.
· Estadio de desconcierto. La víctima se siente desconcertada, duda, no sabe lo que está pasando y comienza a pensar en su probable responsabilidad sobre lo ocurrido.
· Estadio de indefensión. En esta fase, la víctima se esfuerza para agradar y para que le tengan en mejor consideración; este esfuerzo termina desencadenan
do un sentimiento de impotencia e indefensión que culmina en un estado depresivo.
· Estadio traumático o de ansiedad. Si el acoso persiste, la víctima suelen sentirse vulnerable y presentar un estado de ansiedad, siendo frecuentes las conductas impulsivas y la pérdida de control.
· Estadio de estabilización crónica. Es probable que perdure un sentimiento de desvalorización y falta de autoestima, pudiéndose establecer un estado ansioso-depresivo y el trastorno de estrés postraumático.







19 julio, 2010

13 de octubre de 2009 [1]


El martes 13, la directora me llamó a su despacho, quería saber que me pasó, porqué me fui de allí llorando. La chica de transporte me comentó que la directora la llamó al despacho para saber qué pasó, no sé que se dijeron. A la directora le dije que no quería hablar de ello, que era por asuntos personales, que ya estaba mejor.
Mentí.
No era ni personal ni estaba mejor, pero no quise que ella precisamente se enterara de qué me pasaba, de que ya estaba al límite de mí misma. Una de mis compañeras, (la llamaré Lola) estuvo muy amable ese día, pero siempre acababa sus frases con la pregunta de qué me pasó el otro día. Hasta me ayudó a hacer un cambio a una usuaria con la que entonces usábamos la grúa.
Mi otra compañera (la llamaré Lolita) ni se dignó a mirarme, y para mi jefe, el T. O., tampoco existí.
A Lola ese día le tocaba darle el baño a una de las usuarias. Lolita estaba en la plaza con los usuarios que habían querido salir a presenciar los festejos. Sobre las 12:00 entré en el centro y vi a Lola en las mesas de los refrigerios de la planta baja, merendando. Arriba, los usuarios estaban solos.
Es curioso, me gané más de una reprimenda por llevar de urgencia al aseo a alguien y dejar la sala, mientras mis dos compañeras o estaban de cotilleo en algún despacho o hablando por teléfono, la reprimenda me la llevaba siempre, pero no pasaba nada si ellas se escaqueaban y me cargaban el trabajo a mí. O eran ellas las que dejaban sola la sala.
Me alucinaba ver como mis compañeras, trabajaban si querían y dejaban solos a los usuarios cuando querían y les convenía. Y no pasaba nada.
Subí arriba y encontré que algunos usuarios se lo habían hecho encima, me tocó limpiarles y cambiarles. A Lola, ese día, le conté dos cambios. A Lolita solo uno, el resto, aproximadamente unos diez o doce, los hice yo.
A Lolita llevaba tiempo contabilizándole los cambios que hacía. Uno. No más. Lola solo estaba en medio, hablando y hablando y hablando... y solo se encargaba de las usuarias válidas, las que no llevan pañal, las que van solas al aseo.
Era la nueva del grupo, y allí el peloteo era lo de cada día. Me revolvía las tripas oírlas. Más me revolvía las tripas oír como malhablaban cuando la otra persona se daba la vuelta.
Por la tarde, vino una de las últimas que habían estado en prácticas. Me saludó y fue a hablar con mis compañeros, el T.O. y Lolita. Entre risas y bromas, el T.O. le dijo que llevara un c.v. a las oficinas de la subcontrata que pronto habría una baja. Me quedé de piedra. No sabía que ninguna de mis compañeras pensase en cambiar de lugar de trabajo.
Yo estaba en una mesa con unas usuarias jugando con un juego de reconocimiento de imágenes. Cuando vi que la de prácticas, se largó rápidamente, sin mirarme ni despedirse, tuve la certeza de que no fantaseaba. Iban a por mí.
Recuerdo que mí cuerpo se puso en guardia, noté que me estaba empezando a sentir muy nerviosa, de esos nervios que te agarran el vientre y le dan la vuelta, esos nervios que hace que los brazos y piernas tiemblen, los labios se entumezcan como si por allí ya no circulase la sangre.
Entendí por fin, sí, iban a por mí. NO me había imaginado nada, entendí que no estaba agotada de trabajar por tres, que no fantaseaba en nada, SÍ, iban a por mí y ya le habían asignado a otra mi plaza.
Todo encajó, el ninguneo, las órdenes contradictorias, las reprimendas por nada, las miradas de rencor, las miradas solapadas, los silencios cuando aparecía yo...

18 julio, 2010

8 de octubre de 2009 [2]

Mi hija tenía que empezar ese día a las 13:00, así que me quedé sola en las oficinas de la subcontrata. Mónica me llevó a una sala y se marchó para ir a buscar a otra mujer, aún sigo sin recordar su nombre.
De aquella conversación apenas recuerdo nada, solo recuerdo la sensación de miedo, impotencia, frustración, humillación; y dolor, mucho dolor...
De aquellos días tengo lagunas en la memoria, no logro recordar algunas cosas.
Ellas dos me escucharon con cara de pasmo. Aparte de que creo que no me creyeron ni una palabra. Al final Mónica me propuso qué, puesto que se acercaba un fin de semana largo, ya que el 12 de octubre era festivo, descansara y el martes 13 lo vería de otro modo, que estaba agotada, que estaba fantaseando, que el largo fin de semana me serviría para recobrarme y ¡listo!. Mi estado era tan lamentable que me lo creí todo y me fui de allí más calmada.
Meses después me enteré que a la actitud de las dos en la oficina, es también otro modo de acoso laboral.
Donde trabajaba, debería haber habido un cuaderno de enfermería, desde que está abierto ese centro, nunca ha habido. Hay una agenda para apuntar los nombres de las usuarias que quieren ir cada semana al podólogo o a la peluquería. Nada más. Increíble, ¿verdad?
Una mañana vi que mi hija tenía unos cuadernillos de tapa dura, y le cogí uno para el trabajo, me irá bien, pensé, para apuntar todo lo que se dignasen a comunicarme (cuando lo hicieran) y a anotar pequeñas incidencias de los usuarios/as que podían ser útiles para recordatorio de algún suceso.
Con esos cuadernillos he podido ir reconstruyendo el diario que me propuso el psicólogo.
Mónica, me dijo que el siguiente martes, apuntase todo, TODO; es decir, hasta el más mínimo gesto de desdén o de desprecio o de ninguneo o de humillación... TODO. ¡Ja! como si me diera tiempo... Esa semana era tiempo de festejos en el centro. Y como el resto de todos los días, tuve que hacer el trabajo de tres.

¿Qué por qué lo hacía?

Por no tener a los usuarios/as haciéndoselo encima.


Definición de la Asociación Médica Americana:
“Todo aquél acto u omisión que lleva como resultado un daño o amenaza contra la salud o bienestar de una persona anciana.”


Definición de Almería (1995):
“Cualquier acto u omisión que produzca daño intencionado o no, practicado sobre personas de 65 o más años que ocurra en el medio familiar, comunitario, institucional, que vulnere o ponga en peligro la integridad física, psíquica así como el Principio de Autonomía o el resto de derechos fundamentales del individuo constatable objetivamente o subjetivamente.”


Definición de Toronto de 2002:
“El maltrato a mayores, se define como acción única o repetida, o la falta de respuesta apropiada, que causa daño o angustia a una persona mayor y que ocurre dentro de cualquier relación dónde existe una perspectiva de confianza.”


Prefería trabajar por tres, que cometer un maltrato.

16 julio, 2010

8 de octubre de 2009 [1]

El jueves, 8 de octubre de 2009, poco antes de acabar mi turno, pasó por el Centro una de las últimas sustitutas que habíamos tenido. La llamaré Teresa pero no es su nombre real. Es un cielo de mujer.
Llevaba semanas sin verla; mientras había sustitutas o gente nueva (tipo estudiantes en prácticas, etc.), mis compañeras de trabajo se dedicaban a conocer a esa persona nueva. Su dedicación y despliegue de encantos de serpiente me servía para hacer mí trabajo sin ser víctima de acoso. De paso, decir que también tenía que hacer el de ellas, pero me daba igual, mientras estaban entretenidas con esa novedad, se olvidaban algo de mí.
Volviendo al 8 de octubre, en cuanto vi a esa mujer, mi dique interior se rompió. Empecé a llorar y no dejé de hacerlo hasta casi dos días después.
Esa noche no dormí, ni la siguiente; llevaba acumuladas muchas noches durmiendo mal y muchas más sin dormir apenas desde el mes de agosto anterior.
No sé aún porqué la visita de Teresa desencadenó aquella tormenta de emociones que no pude controlar. Solo podía decir: -no puedo más, no puedo más...
Los compañeros de transporte me acercaron hasta casa.
Seguí llorando sin parar hasta el día siguiente. Me levanté como pude de la cama, me duché, desayuné. Y seguía sin parar de llorar. Estaba hundida completamente.
Llamé a Mónica, la coordinadora de la subcontrata, le pedí que me diera ese día libre, porque no podía soportar la idea de ir a trabajar y ver a mis compañeros.
...no puedo, Mónica, no sé que me pasa, pero no puedo...
Mónica intentó razonar conmigo sobre mi estado lamentable, pero seguía a piñón fijo, no podía.
Al final accedió a darme ese día libre con la condición de que me acercase hasta las oficinas para contarle personalmente lo que me pasaba. Mi hija me acompañó en bus hasta allí. Seguía sin dejar de llorar...

15 julio, 2010

El 13 de octubre de 2009

El 13 octubre de 2009, tuve un día horrible.
Fuí a urgencias de mi centro de salud.
Desde que me levanté sobre las 7:00 hasta cerca de las 9:30, túve varios ataques de pánico. Esa noche apenas púde dormir una tres horas, al igual que las noches anteriores...
Mi hija estaba ya preocupada. Llevaba varios días con ellos, pero ese día no me daban tregua. Mi hija es auxiliar de clínica, me pidió que por favor fuese al centro de salud.
Pero no podía ni salir de casa, estaba paralizada por el miedo, por la tensión acumulada tantos meses, por el llanto inagotable, por un dolor que me anulaba, oí que mi hija decía algo parecido a "mamá, no hay cuerpo que aguante esto, vete a urgencias, ve mamá".
"Sí", pensé "allí me calmarán y aún me dá tiempo para ir a trabajar... "
No volví a trabajar hasta el día 21 de junio de 2010.
Me dieron el alta médica el día 11 de junio, supliqué que me dejaran seguir de baja un poco más, que aún no estaba preparada para volver. Ni caso. Llamé a mi empresa, una subcontrata de una Consellería, y solicité un mes de vacaciones.
Me dejaron coger solo 6 días, volvería al trabajo el lunes 21 de julio de 2010.

miedo...

He sido victima de mobbing o acoso laboral durante cerca de dos años.
Me gustaba tanto mí trabajo que por no perderlo, acabé perdiendo mi autoestima, mi dignidad.
Lo último que hice fué firmar una excedencia voluntaria por seis meses... que es lo mismo que un despido... pasé un horrible día en el que me negaron mi derecho de ir a urgencias para que me calmaran la ansiedad, me arrinconaron y me apartaron diciendome que no salía de allí hasta que viniese mi coordinadora.
Mi coordinadora no me llevó a urgencias... me llevó ante la jefa que me dijo que o firmaba un despido voluntario o me lo firmaban ellos.
Después de estar unas cuatro horas llorando, se está tan aturdida que ni piensas, solo quieres dejar de llorar... la palabra "excedencia" pasó por mi cabeza y la solicité.
Después de una conversación de la que solo recuerdas "despido" "despido" "despido" firmas cualquier cosa, y firmé una excedencia.