31 julio, 2010

¿Era yo o eran ellos?

Desde el principio me ha corroído la duda de si era todo cosas mías, es decir, era yo la que no encajaba en el grupo de trabajo. Y es cierto, no encajaba...

No soy individualista, llevo mis cursillos sobre trabajo en equipo, he trabajado en equipo.
Pero, ¿había allí realmente un equipo de trabajo o solamente una panda de egocéntricos, lameculos, trepas, sabelotodo, pedantes y pedorros? No, no era un equipo de trabajo –eso apenas lo hacían-. Cada uno iba a su puta bola; pero algo sí tenían en común, tenían que tener a alguien a quién acosar.

Mientras estaba de baja -tuve otitis media y litiasis renal-, empezó un médico para la sustitución del médico titular del centro, que estaba muy enfermo. Cuando estaba en el vestuario, entró la enfermera a comunicarme que teníamos sustituto nuevo, pero que no debía hablar con él, "es un psicópata" me soltó. ¿Ah sí? Pregunté. "Sí, es un psicópata, ya lo verás, mejor no hables son él..." Quizás estas cosas -a los que leéis esto- os parezcan extrañas o poco normales, pero allí era lo normal.

Se resumía todo a: "estás con nosotros o contra nosotros".

No era la primera prohibición que recibía sobre hablar o no hablar con personas o limitarme a tratar a unos o a otras según el mundo de mis compañeros de trabajo. Sobra decir que a mí me parecía increíble que quisieran someter mis juicios y criterios según su rasero. Además, estas prohibiciones escondían antiguas rencillas o rencores que nada tenían que ver conmigo. Me sentía completamente libre para hablar con quién quisiera y lo hacía.
El sustituto resultó ser un hombre amable, atento, me cayó bien. Se preocupaba mucho por los usuarios, empezaron de nuevo las reuniones de equipo, que ya no se hacían...
A mí, que soy una persona normal y corriente, me gustó el nivel cultural del sustituto, podías hablar con él de cualquier cosa, y francamente, no noté que fuese un psicópata, pero mis compañeros, la enfermera y la directora decían que sí. Cuando llegaba al trabajo, mi turno empezaba a las 10:45 a.m., nos saludábamos y me alegraba verle por allí, ¡¡por fin había alguien normal con quien hablar!!.

Un día me trajo el libro de Marie-France Hirigoyen, "El acoso moral", me preguntó si sabía que me hacían mobbing. Sí, pero son cinco y estoy sola. Ya había leído el libro, pero lo acepté para releerlo de nuevo. Al final, venciendo el mal rollo que me da la SGAE, me compré el libro y le devolví el suyo. (También me compraré el que recomienda Anamib de Rosario Peña). Le conté algunas cosas del centro y de las irregularidades que existían.
En una de las reuniones de equipo se propuso ¡¡POR FIN!! un cuaderno de enfermería para anotar todas las incidencias. Lo propuso la directora, la enfermera y el T.O. reconocieron que era necesario. Sé que el sustituto estaba detrás de esa idea, lo sé... aunque nunca me dijo nada sobre el tema.

A ver, entendedme, lo que no queda escrito, no sucede...

Casualmente mis dos compañeras esa semana estaban de baja, las dos sustitutas estaban tan entusiasmadas como yo, por fin se podía hacer un registro de todo lo relacionado con las instrucciones sobre los usuarios y podía quedar registrado el más mínimo incidente...

Pues la alegría duró poco; al volver Lolita de alta, se pasó por el forro el cuaderno de enfermería. Ya tenía la agenda para anotar quien quería ir a la peluquería o al podólogo... Seguí escribiendo en él durante unos días hasta que me cansó ver la expresión de Lolita. Ella era la que se encargaba de manipular al T.O. antes de que llegase al trabajo. Nada más verla, según su sonrisa y mirada, ya sabía que ese día tendría al T.O. pendiente de todo lo que hiciera. Mientras, ella, no daba palo al agua, solo un cambio de pañal por día... Que dulce se gana así el dinero...

Siempre pensé que el T.O. era otra clase de persona, más entero, más íntegro, menos manipulable. Cuando dejé de ver la imagen que vendía y comprobé que solo era un títere, me sentí decepcionada.

Semanas antes de ponerme enferma, el T.O. se me acercó y me dijo que yo debía decirles a mis compañeras que el cuaderno de enfermería debían usarlo.

¡¡¡¡¡PERDONA?????

Me dio la risa tonta... No me podía creer lo que oía... ¿Tanto te has dejado manipular que ya has perdido la perspectiva? ¿Quién demonios soy yo para decirle a una igual lo que debe hacer? ¿No eres tú el jefe? ¿Esperas que haga tú trabajo?

Ni hablar, le dije, el jefe eres tú, yo solo soy una gerontóloga. Se enfadó conmigo, le sentó mal.

¿Qué pretendía realmente?
¿Quería recuperar el control de su autoridad a través de mí?
¿Quería que aquellas dos fieras se revolvieran contra mí?
¿Era ya incapaz de doblegar a aquellas dos manipuladoras que se lo pasaban todo por el forro?
¿Quería que me enfrentara a las dos, mientras él permanecía en la sombra como una "nenaza"?
¿Era algo calculado para que mis compañeras me declararan "la guerra", y crear tanta tensión que me largara de allí?

¿Por qué no se lo pidió a la enfermera? Aunque era de la Consellería, a lo mejor, podría haber conseguido que les hicieran caso... además de que la directora lo propuso...

Después de meses y meses de hostilidad de los tres hacia mí, ahora se me presentaba tan pancho a pedirme semejante disparate... no acepté su petición, me daba mal rollo, algo había detrás de sus palabras... no podía ser, a ver, en ese período estaban con lo del ninguneo en plan serio, cada día recibía órdenes contradictorias de él y de la enfermera, si se dignaban a decirme algo, si no tenía que ir averiguándolo a base de amonestaciones; intentaré explicarlo con un ejemplo de cosas que se repetían cada día: según el estado físico de algún usuario/a se podían cambiar las pautas de cuidado de un día para otro, al no quedar anotado y al no decírmelo nadie, y como no respondían mis preguntas, me limitaba a imitar a mis compañeras.

Hoy Fulanita X es llevada desde el transporte al piso de arriba en silla de ruedas por Lola.
Al día siguiente, si yo llevaba a Fulanita X en silla de ruedas, bronca, debe ir en andador.
Al día siguiente Lolita llevaba a Fulanita X en silla de ruedas, no pasaba nada.
Si se me ocurría preguntar por qué ellas no recibían ninguna amonestación, se me respondía que a mí eso no me importaba... que se debía llevar a la usuaria en andador. Ponía una sonrisa y decía "si, si, vale, si, lo haré así" y lo mismo ese mismo día se contradecían las instrucciones sin parar. Pero, repito, solo lo hacía mal yo. Lola y Lolita seguían con la silla de ruedas y haciendo lo que querían, cuando hacían...

Pues era así o parecido con la veintena de usuarios. Cuando estos pequeños incidentes y cosas raras se repiten muchas veces a lo largo de los meses, se hace cansino. Llegas al trabajo sabiendo que hagas lo que hagas encontrarán siempre un motivo para incordiarte sin tregua...

El sustituto llegó a ser para mí un alivio. La enfermera se dedicaba en cuerpo y alma a hostigarle, el T.O. debía sentirse el macho alfa desbancado porque su lenguaje corporal era de rabia, odio; la directora tampoco le quería allí, mis dos compañeras tampoco... pero para mí esos días en que solo estaban pendiente de él, significaba mi día libre...

Debo decir que después de mi primera sesión con el psicólogo de ANAMIB, al día siguiente, llamé al sustituto y le pedí perdón. Mi "día libre" era otra forma de acoso, solo que en mí egoísmo no me había dado ni cuenta... él lo entendió, me dijo que no me preocupara, que estaba bien reconocerlo y ese "darme cuenta" sería provechoso para mi recuperación. Creo que aún sigo sintiéndome culpable... ¡cuánta ceguera! (desde aquí te pido perdón otra vez).

En su honor contaré como le acosaban a él. Él no trabajaba para la subcontrata sino directamente de la Consellería, junto con la directora, la enfermera y la asistenta social.

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