EL CHANTAJE EMOCIONAL EN LA PAREJA
LA ANTESALA DEL MALTRATO PSICOLÓGICO
“La pasión de dominar es la más terrible
de todas las enfermedades del espíritu humano”
(Voltaire)
El chantaje emocional no es un abuso violento ni escandaloso, se produce de forma sutil, tenue casi invisible, pero el precio que pagamos cuando caemos en sus fauces es enorme.
Todo un círculo vicioso que nos sume en un mar de contradicciones por un lado sabemos que tenemos que cambiar la situación, nos proponemos que lo haremos y sin embargo caemos una y otra vez, burlados y manipulados.
Los comentarios y actitudes del chantajista nos hacen sentirnos desequilibrados, avergonzados y culpables.
Comenzamos a dudar de nuestra capacidad de mantener las promesas que nos hacemos y perdemos la confianza en nuestra eficiencia.
Cada vez nos rendimos un poco más al chantaje emocional, perdemos contacto con nuestra propia integridad, nuestra brújula interior que nos ayuda a determinar ¿Cuáles deberían ser nuestros valores y nuestra conducta?
Cuando convivimos con él, nos carcome y se extiende hasta dañar lo más hondo de nuestra relaciones más importantes y nuestra propia autoestima.
El chantaje emocional es una de las prácticas psicológicas más utilizadas, pero no por ello es legítima.
Como estrategia para manejar el comportamiento de los demás, de forma inconsciente o voluntaria, consiste en la presión hacia a otras personas, que son víctimas del chantaje emocional, para que actúen, digan o piensen de una determinada manera, aunque vaya en contra de sus principios.
Esta presión, no es sólo patrimonio de la pareja; en cualquier relación de tipo personal se puede ser tanto víctima como verdugo.
De hecho, es un recurso muy utilizado entre padres e hijos.
“¿Es que ya no me quieres?” o “Con todo lo que he hecho por ti”, son alguna de las frases más utilizadas por aquellos que lo practican.
EL CHANTAJISTA
Son personas que saben cuánto se valora la relación con ellos y conocen los puntos débiles y los aspectos vulnerables de quienes les rodean.
Esconden debilidad e inseguridad ante el criterio y la libertad de actuación de sus seres queridos.
Tal inseguridad y necesidad de atención les hace mostrarse como víctimas cuando su prójimo no actúa según su capricho o antojo.
Para conseguir que se acaten sus deseos, han aprendido a provocar la culpa.
Susan Forward, en su libro Chantaje emocional, distingue diferentes tipos de comportamientos de la persona que realiza chantaje emocional:
El castigador, dice exactamente lo que quiere y las consecuencias a las que a las que tendrá que atenerse si no se cede a sus deseos.
El autocastigador se dañará, a sí mismo, si no se hace lo que él quiere pero, claro, antes avisa.
La víctima “obliga” a adivinar sus deseos para, luego, dejar claro que es nuestra responsabilidad el asegurar que lo obtenga.
EL CLUB DE LOS 6
SÍNTOMAS DEL CHANTAJE EMOCIONAL
Exigencia
Resistencia
Presión
Amenazas
Obediencia
Reiteración
Su mejor arma para conseguir lo que quiere es el MIEDO.
El chantajista emocional construye su estrategia consciente e inconscientemente en base a la información que le suministramos sobre lo que nos causa miedo.
Observa de qué cosas huimos, qué nos pone de los nervios, cómo respondemos físicamente ante nuestros sentimientos.
No se trata de que tomen nota para luego utilizarla contra nosotros; todos absorbemos este tipo de conocimientos sobre las personas que nos rodean.
El miedo transforma también al chantajista, de no obtener lo que desea se vuelve tan intenso que centra toda su atención en el resultado deseado, lo cual imposibilita percibir cómo nos afecta su forma de actuar.
Todos los chantajista focalizan su atención casi por completo en sus propias necesidades y la forma en que sus presiones son afectan no les importan nada.
LO QUE NOS HACE VULNERABLES
AL CHANTAJE EMOCIONAL
Un profundo miedo al enojo y a la ira de quienes nos rodean
Una gran necesidad de paz, sea cual sea su precio
Una tendencia a asumir demasiada responsabilidad por la vida de los demás
Un alto nivel de inseguridad con respecto a nuestro valor y capacidad
Debemos tener presente que, sin nuestro consentimiento, el chantajista se vuelve totalmente impotente.
DETECTAR LA MANIPULACIÓN
“Cuando se teme a alguien
es porque a ese alguien
le hemos concedido poder sobre nosotros”
(Hermann Hesse)
Se exprese mediante palabras, actitudes o gestos, el mensaje manipulador suele ser vivido con una sensación de amenaza o exigencia. Por ello, una buena fórmula para detectarlo consiste en estar atento a las propias sensaciones y sentimientos ante los mensajes que se reciben.
En general, la manipulación provoca un sentimiento de estar ante una situación que no tiene fácil salida. Acceder a la demanda, a menudo implica renunciar a lo que uno desea o incluso necesita hacer, mientras que si se responde con una negativa pueden aparecer perturbadores sentimientos de culpa, o bien un temor a ser rechazado o a que la otra persona reaccione de manera airada o con actitud despectiva.
Es muy importante diferenciar entre una petición y una exigencia. Pedir implica otorgar la libertad al otro para elegir entre satisfacer o no la solicitud, teniendo en cuenta su opinión. En cambio, al exigir no se proporciona tal alternativa y se ignoran los sentimientos y las necesidades de la otra persona.
Aprender a realizar esta distinción entre pedir y exigir ayudará a reconocer cuándo se es objeto de una manipulación o cuándo uno mismo la utiliza como vía indirecta para conseguir aquello que desea.
SALIR DEL JUEGO
“La persona más poderosa es aquella que es dueña de sí misma”
(Séneca)
Los juegos de dominación más intrincados implican un mensaje doble o ambivalente.
Es decir, lo que se expresa no concuerda con el tono que se utiliza, o detrás de una petición legítima se esconden fines subterráneos que responden a intereses personales.
Por ejemplo, una persona le dice a la otra: “No hace falta que vengas. Tienes mucho trabajo, y, total, siempre me las arreglo solo”.
Un buen modo de desmontar las trampas manipuladoras es hacer explícito el juego.
Resulta útil poner en palabras todo aquello que se está expresando de manera indirecta, o a través de mensajes vagos, confusos y contradictorios. Así, en el ejemplo anterior se puede contestar: “Me siento dividido. Por una parte, me dices que no hace falta que te ayude, pero, por otra, siento que si no lo hago puedes enfadarte”.
Tanto en la vida de pareja como en general en todo tipo de relaciones es crucial una comunicación clara y honesta que permita aclarar las situaciones ambiguas.
El juego de manipulación deja de tener poder sobre uno mismo cuando se reconoce como tal. Y aludir a los propios sentimientos o sensaciones resulta mucho más eficaz que emplear un tono acusador, que suele generar más barreras y reacciones defensivas en vez de mayor comprensión.
GRACIAS
Excelente e interesante entrada, como todo el blog.
ResponderEliminarFelicitaciones por ello y te deseo mucha suerte en los Premios Bitácoras.
Un abrazo.
Ramón